Cada vez son más los casos de negligencias médicas que se producen en los hospitales de la sanidad pública de nuestro país. Antaño una de las mejor valoradas a nivel mundial, a día de hoy nuestro sistema de salud, herido de gravedad debido a los brutales recortes que ha sufrido durante los últimos años, vive una de las peores épocas de la historia.
Y todo apunta a que no se debe tanto a la crisis como a los recortes, en personal y también en medios, que se han cebado en el presupuesto que dedica el erario público a este sector. Parece ser que una administración tras otra (del color que sea) han dejado a su suerte a nuestro sistema público de salud, una situación que exige que todos los ciudadanos, tanto los profesionales como los pacientes, denuncien, pues los dos grupos se ven afectados gravemente.
Por un lado, los profesionales sanitarios viven una verdadera situación de asfixia, abandonados por las administraciones, que son las que pueden solventar parte de los problemas que sufre el sector. Según las últimas estimaciones se considera que el ochenta por ciento de las denuncias se deben a errores producidos por un exceso de trabajo. Y es que no podría ser de otra manera. Los profesionales de la salud se ven hoy en día obligados a trabajar más horas y bajo una mayor presión, pues cada vez hay menos personal para más tareas. Un ejemplo de ello es el caso de las enfermeras. En un solo turno una enfermera, por lo general, debe atender a veinticinco pacientes, cada uno con una medicación distinta, lo que lleva a errores en este sentido, errores que pueden costar vidas.
Con este nivel de estrés, es fácil entender que el trabajador de la sanidad pública presente altos niveles de ansiedad, malestar y enfado, lo que redunda en la calidad de atención al paciente, en todos los sentidos, desde el más humano (el trato) hasta el médico. Mal pagados, obligados a hacer horas extra, con cada vez menos tiempo que dedicar al enfermo, la situación actual es insostenible, y las negligencias se disparan.
Y el paciente es el que sufre las consecuencias. No hay materiales suficientes, no hay medios suficientes y no hay personal suficiente. Ante esta situación, se producen errores de base, como tratar la pierna sana en lugar de la afectada, o el ojo en el mismo sentido, por poner ejemplos extremos pero reales. Otra de las consecuencias que se ven cada vez más en los medios de comunicación son los colapsos en las urgencias de los hospitales, uno de los servicios que mejor deberían funcionar y que, sin embargo, cada vez está en peores condiciones: falta de atención, lo más grave, pero también falta de intimidad y de dignidad. Solo hace falta recordar imágenes en las que se ven enfermos que han sido “aparcados” en los pasillos de las urgencias en espera de que alguien en algún momento (que se puede traducir en horas interminables) los atienda.