Cada vez más vehículos circulan por las calles, carreteras y autopistas de nuestro país, lo que se traduce en una mayor siniestralidad año tras año. La administración intenta poner freno a esta sangría, tanto de heridos como de muertos, pero, a pesar de estos esfuerzos —que no son pocos—, la última palabra en este sentido la suele tener una persona: la que debe controlar el vehículo que conduce. Y, recordemos, como humanos que somos —y no máquinas—, el error forma parte intrínseca de nuestra idiosincrasia.
La ONU (Organización Mundial de la Salud) ha arrojado para el año 2018 unas cifras desgarradoras: más de 1,2 millones de muertos y unos 30 millones de heridos en el mundo en las carreteras; solo en España se contabilizaron 1180 muertes. Las causas de los accidentes se deben a diversos factores —consumo de estupefacientes (entre los que se incluye el alcohol, que no deja de ser una droga), el exceso de velocidad o el uso del teléfono móvil, entre otras muchas—, pero existen una serie de causas de índole psicológica que muchas veces no se tienen lo suficientemente en cuenta. Veamos a continuación cuáles son:
1. La distancia de seguridad. Entre los conductores se tiene la creencia de que aquellos que respetan la distancia de seguridad son conductores inexpertos y demasiado precavidos. Pero olvidan, con tan malas consecuencias, que es una de las premisas que garantizan nuestra seguridad al volante.
2. Los motoristas. Estos suelen conducir de una manera más laxa debido a que tienen la percepción de que su vehículo se puede gobernar con mayor flexibilidad, por lo que suelen considerar que también las normas viales deben ser más laxas para ellos (pensemos, por ejemplo, en una ciudad lo fácil que es ver a una moto yendo por entre los coches o saliendo del semáforo cuando todavía está en rojo). Sin embargo, la estadística dice todo lo contrario: la siniestralidad de los motoristas es más elevada que la del resto de los vehículos.
3. El estrés. Al estrés que de por sí sufre el ciudadano (que no es poco en la sociedad moderna en la que vivimos) hay que sumarle el que le provoca al conductor el que se produce por cuestiones ajenas a él en los trayectos que debe hacer por carretera. Hablamos de caravanas, obras, accesos dificultosos (como el de los aeropuertos, por ejemplo), etc. Una de las consecuencias de este tipo de situaciones es el incumplimiento de las normas de circulación, debido a que la persona, al perder tiempo, lo intenta ganar infringiendo la norma, como la de velocidad.
4. El código de circulación. Las normas de este reglamento suelen ser complicadas, pues deben abarcar un sinfín de situaciones cada vez más enrevesadas. De esta forma, por lo general, se desconocen muchas, con lo que el conductor puede estar infringiéndolas sin siquiera ser conocedor de ello. Y las consecuencias no se hacen esperar.