Como todo barrio de periferia, Baró de Viver, en Barcelona, es un barrio pobre, de aquellos en los que altos edificios se concentran, a modo de colmenas. Pero este, además de la pobreza y de la falta de recursos de sus habitantes, que luchan cada día con denuedo para poder sacar adelante a sus familias, cuenta con una lacra difícil de erradicar en los días que nos ha tocado vivir como sociedad: la violencia. Y esta violencia se cebó el 22 de diciembre de 2018 con Eduardo Colmena. En este artículo relatamos lo ocurrido ese nefasto día, en el que una mujer y su hija de apenas tres años perdieron a un padre y un marido para siempre.
Tras el asesinato de Eduardo, con la distancia que da el tiempo, es posible constatar que su muerte había sido anunciada, de hecho, manifestada claramente en boca de su asesino, al que Eduardo había denunciado con anterioridad.
Los hechos ocurrieron de la siguiente manera. La noche del 22 de diciembre, Eduardo salió, como hacía siempre, a pasear a sus perros por las calles del barrio. Quería aprovechar la salida nocturna además para adquirir algunos víveres en el colmado de la plaza cercana a su domicilio. A pesar de las amenazas, Eduardo no se escondía. Por eso, a Pedro Santiago, líder del clan de “Los pistolas”, su asesino, que iba acompañado de su mujer (Olga Buendía), no le fue difícil localizar a su víctima y abatirla de dos disparos: uno impactó en el pecho de la víctima, el otro en la cabeza. Según cuentan algunos testigos presenciales (aquellos que se atreven a hacerlo a pesar del miedo), Eduardo pudo forcejear con su asesino antes de morir. Y no es de extrañar: este hombre joven de cuarenta y dos años había sido campeón de lucha grecorromana y un “defensor del barrio”, según muchos vecinos.
En medio de una pelea entre los amigos de Eduardo y miembros del clan “Los pistolas” murió Eduardo. Los Mossos no tardaron en llegar y disolver la trifulca, pero ya era demasiado tarde para él, que yacía sin vida en medio de la plaza. Las acusaciones tampoco tardaron en expresarse. Todos coincidían: Pedro había sido el autor de los disparos, sin ninguna duda.
Los Mossos, alertados por los vecinos, acudieron a la casa del supuesto agresor y allí no encontraron a nadie. Tanto Pedro como su esposa habían huido con su coche y nada se sabía de ellos. Un mes más tarde los encontrarían en la localidad Roquetas de Mar, en la provincia de Almería, adonde habían llegado en busca de refugio. Tras la detención, Pedro se encuentra en prisión y su mujer está en libertad aunque con cargos a la espera del juicio. Y con el jefe del clan fuera de juego, los vecinos no han tardado en ajustar cuentas con una familia que les ha hecho la vida imposible desde hace años: dos veces han quemado el piso donde vivían Pedro y su mujer, a la que acusan de haber sido la instigadora del asesinato.
Era un secreto a voces que Eduardo tenía problemas con el clan de “Los pistolas” y más concretamente con Pedro, que había salido de prisión hacía pocos meses y que cuenta en su haber con una ficha policial en la que constan diferentes delitos: atentado a la autoridad, tráfico de drogas, tenencia de armas y hurtos. Varios habían sido los altercados en los que se habían enfrentado, aunque Eduardo siempre lo había hecho para defenderse o para defender a un tercero. “Que sea la última vez que tocas a alguien del barrio, estoy hasta las narices”, fueron las palabras que dijo Eduardo a Pedro la última vez que habían hablado antes de la noche de su asesinato, y que nos ha transmitido Xènia, la hermana de Eduardo, que impulsa la acusación con la ayuda de Vosseler Abogados. Del último de estos encontronazos, Eduardo había conseguido una orden de alejamiento contra Pedro, pero esto no impidió que las cosas acabasen de la forma tan trágica que todos conocemos.
La hermana de Eduardo cree que el crimen se podría haber evitado. “Los pistolas”, ese mismo, día, se habían reunido en la plaza del barrio para urdir el crimen. Por allí se acercó una pareja de Mossos, pero no eran los de la comisaria cercana, no conocían lo suficiente la realidad del barrio y no intervinieron: “Los de la comisaría estaban con los CDR y el Consejo de Ministros. Vinieron otros, que no hicieron nada”, se lamenta Xènia. El resto es historia.